Carolina Raquel Antich regresa a Rosario tras tres décadas en Italia con su muestra “Ensayo” en El Círculo. Presenta una serie de pinturas, dibujos y esculturas en porcelana que revelan una dimensión rara y frágil sobre nuestro estar en el mundo. Sus piezas exploran la conexión entre la música y el espacio a través de personajes que esperan entrar en escena.
Opening
Ciclo de Artes Visuales
miércoles
27
noviembre
20 h
Nota editorial
Hace mucho tiempo, tanto que los números telefónicos de Rosario recién se habían alargado con un 4 antes de los seis que los componían cuando crecíamos, una amiga en común de sensibilidad exquisita me mostró una pintura de Carolina Raquel Antich. Seducida por la delicadeza y extrañeza de lo que vi, seguí su vida pictórica todo lo que pude después de que se instalara en Venecia. Me gusta contar con orgullo ajeno que nuestra amiga en común y yo estuvimos ahí, en el Pabellón Italia de la 51 Bienal de Venecia en 2005, cuando Carolina fue premiada como la joven revelación de esa edición. Su obra ya fue exhibida en varias instituciones de Europa (Fondazione Bevilacqua La Masa y Palazzo Zenobio en Venecia, Art Rotterdam, Quadriennale di Roma) y en Nueva York. También fue mostrada en EsteArte de Uruguay, seleccionada en MACO México, llegó al Musée Hamaguchi Yozo de Japón, y en breve se verá en el Centre de Creátion Contemporaine Olivier Debré en Tours, Francia. En Argentina hemos podido ver poco de su producción. Fue seleccionada en el Premio Klemm en 1994, participó en el Museo Castagnino en 1995, pausa hasta 2017 cuando mostró por primera vez en María Casado Home Gallery en Buenos Aires y, de su mano, en todas las ediciones de la feria arteba. Pero en Rosario, donde nació en 1970 y vivió hasta ganar la Beca Kuitca en 1994, sólo estuvo de visita ella, la pintora, y no su obra. Sostengo una hipótesis: Ensayo, la muestra de Carolina Antich casi tres décadas después de haber emprendido su viaje, será algo para recordar. No pasará desapercibida como un dato menor, ni para la artista, ni para el Teatro El Círculo donde en la Sala Juan Trillas podrá verse una serie reciente.
Me trae a escribir este texto un afecto especial. Comparto con Carolina el haber crecido en Rosario, la ciudad donde aparecen nuestros primeros recuerdos. Ese Rosario que, al decir de Beatriz Vignoli, tiene una entrada de luz diferente a la de todas las ciudades que hemos conocido porque es la luz que alumbran los recuerdos de nuestra infancia. Allí está también el Teatro El Círculo, donde mi madre o mi abuelo escucharon un concierto de Ruggiero Ricci allá por 1958, o a donde mi padre llevó a mi hermano a una función olvidada de Bill Evans en 1979. En sus ciento veinte años, este teatro impregnó el recuerdo de generaciones de rosarinas como nosotras. Este Ensayo es de las cosas nuevas que tendrá para contar.
La hipótesis se va confirmando a medida que veo imágenes de la serie que Carolina pensó para la Sala Trillas. En sus pinturas aparecen seres, personajes que emergen de sus pensamientos sobre el arte, la literatura que le interesa o simplemente sus preocupaciones. Los piensa infantes pero cuida no atraparlos como niños o niñas, salvo que quiera hablar de algo o alguien en especial (en esos casos, aclara, pintará biografías). Pero, si no es así, veremos seres etéreos sosteniendo sin esfuerzo una calavera (una obra dentro de otra), o una ofrenda, o un violín, en soledad o en compañía observando a la corriente de un río pasar, cabalgando, en hermandad con otros seres del mundo mineral, la flora o la fauna. Siempre emergen de fondos de colores incómodos, flotan o nadan en ellos, desde allí contemplan. El resultado es belleza, aunque la propuesta hace sospechar que hay algo más. Y lo hay: las pinturas son una dimensión mágica, poderosa y frágil de la percepción del mundo de su autora y sus variaciones.
Teatrantes designó Carolina a los personajes para esta Sala. Parecen a punto de cantar, de escuchar absortos una melodía, uno abraza un piano como si fuera posible. En ocasiones, la pintora los saca de la tela para que tomen volumen en porcelana. Los esculpe delicados pero no vulnerables, algo nostálgicos pero no tristes. Ensayo y acústico son términos que vinieron a su mente a propósito de esta serie. Con la palabra acústico- explica Carolina- pienso en el espacio. La conexión con la obra de Luigi Nono que me sirvió para armar la muestra, parte de la intuición de pensar en la construcción de un espacio pictórico teniendo como referencia un espacio sonoro. La música nos permite percibir el espacio en su totalidad, la mirada en cambio no nos da la posibilidad de abrazar la escena completamente. Siempre el agua como lugar donde pueden suceder cosas. La laguna y el río se vuelven escenario de una representación. Me apropio de otro dato importante de Nono cuando pinto el coro, la gestualidad en las bocas están cerradas o apenas abiertas, quieren emitir susurros, pueden ser silencios.
Si concibo la infancia como una etapa de la vida que precede a la juventud, una suma de hechos y pocos derechos que todo niño transita, y me limito a mirar estas obras desde ese punto ciego, pierdo lo que son capaces de decir. Intuyo que Carolina tiene un plan para hablar sobre las cosas del mundo con su artilugio, condensando instantes fuera del tiempo. Salgo de ese punto ciego y me paro pensando en la infancia desde esta confesión de Barthes:
De mi pasado es mi infancia lo que más me fascina: sólo ella, al mirarla, no me hace lamentar el tiempo abolido. Pues no es lo irreversible lo que en ella descubro, sino lo irreductible: todo lo que está todavía en mí, por acceso; en el niño, leo a cuerpo descubierto el reverso negro de mí mismo, el tedio, la vulnerabilidad, la aptitud para las desesperaciones (afortunadamente plurales), la conmoción interna, cercenada desgraciadamente de toda expresión.
Vuelvo a los seres de las pinturas de Carolina que ahora aparecen como embajadores de la infancia. Los miro representando un lugar no espacial ni temporal ni ideal, los escucho portando deseos y declaraciones de principios. En su forma, a veces incompletos, imagino que van o vienen de alguna celebración o una catástrofe, que algo ha sucedido o sucederá en las escenas en los que la pintora los deja, o quizás solo están en tránsito. Veo cada imagen suspendida en una atmósfera diferenciada, una sustancia de espesor y estado no definidos, de donde sale, descansa o trepa algo de esos seres, en algún juego o a la deriva, con algo de centinela de sueños que fácilmente podría convertir en propios.
Leticia Kabusacki / Noviembre 2024
Carolina Raquel Antich
Artísta Plástica
Estudió Artes Visuales en la Universidad de Rosario. Obtuvo una beca para participar al Curso de perfeccionamiento para jóvenes artistas dirigido por Guillermo Kuitca en la Fundación Proa de Buenos Aires. Participa al Curso Superior de Artes Visuales en la Fundación Ratti (Como, Italia). Desde el 1997 vive y trabaja en Venecia. Su arte se traduce en pinturas, esculturas y dibujos. Algunos de los Premios mas importantes: 2003, Premio Bevilacqua La Masa 87, Venecia; 2006 finalista Illy Prize, Rotterdam, Países Bajos; 2007/08, finalista Cisneros Foundation, Los Angeles, EE.UU.; 2015, 59° Concurso Internacional de Cerámica de Arte Contemporánea, Faenza, Italia. Fue seleccionada en la Primera edición del Premio Azcuy en colaboración con el Museo Moderno de Buenos Aires, y en la 5° edición del premio bienal de la Fondazione Officine Saffi, Milano, Italia, que promueve la cerámica en la cultura contemporánea. En el 2005 participa al Premio para la joven arte italiana en la 51° Bienal de Venecia. Desde el 2018 es Profesora de Dibujo e Ilustración de moda en la Universidad IUAV de Venecia. Ha colaborado con diversas galerías, museos y fundaciones internacionales, entre las cuales: Florence Lynch Gallery (New York), Gimpel Fils Gallery (Londres), Prometeo Gallery (Milan), Art-U Room (Tokyo), Galleria Doppia V (Lugano), Distrito 4 Gallery (Madrid), Quadriennale (Roma), Bunkamura Gallery(Tokyo), Maria Casado (Buenos Aires), Musée Hamaguchi Yozo Yamasa Collection (Tokyo), Robert Kennedy Foundation (Italia) y recientemente en el Centre de Création Contemporaneine Olivier Debré Olivier Debré, Tours, Francia. Sus pinturas han sido seleccionadas por editoriales como Feltrinelli (Italia) y Grove Atlantic (Nueva York) para ilustrar las tapas de las obras de la escritora Banana Yoshimoto, y en la versión audio por Audible GmbH (Berlín).